Biografía
Etapa 1925-1960
Lima
En el número 435 de la calle
Sebastián Barranca. 1979.
Yo nací el 4 de junio de 1925 en La Victoria, la primera barriada de la República, porque la barriada colonial había sido el Rímac. Mucha gente negra y mulata vivía allí. Mi infancia ha sido maravillosa. Éramos los niños más creativos en la pobreza que teníamos. Era una época en que Lima estaba rodeada de huacas, de chacras y huertos. Tú hundías las manos, y encontrabas un fusil de la guerra del ´79. Yo jugaba con los fusiles de la guerra con Chile. Todo eran carretas. Todo eran pregones.
Los domingos venían todas las tías, y la abuela y preparaban comida de campo; en cinco minutos ya estábamos coronando una huaca. Porque Lima ha sido un santuario que estaba rodeado de huacas, y coronando huacas, que eran muy bajas, se ponía toda la familia a contar cuentos de la esclavitud, o de entierros, de los indios y gentiles. Contaban que los gentiles habían estado enterrados siglos, generaciones tras generaciones, perdían la coloración de la piel y habían descendido a una condición totalmente zoológica; entonces salían a las calles a cambiar mazorcas de oro por comida, y la gente corría despavorida al ver a gente transparente con mazorcas de oro en la mano, pidiendo comida. Esas cosas contaba mi abuela, como se las habían contado a ella.
Lima era un enclave que estaba más ligado al Caribe que al resto del Perú, porque había desarrollado una cultura mulata en trescientos años y entre murallas. Gente serrana no había. Nadie hablaba de huaylas ni de muliza. Había un nombre genérico: “Serranito, están bailando serranito”.
Testimonio de Jorge Santa Cruz Gamarra sobre su hermano Nicomedes. Año 2005. PDF
Testimonio de Octavio Santa Cruz Gamarra sobre su hermano Nicomedes. Año 2005. PDF
Testimonio de Victoria Santa Cruz Gamarra sobre su hermano Nicomedes. Año 2005. PDF
Etapa escolar
"Nuestros colegios (el de su hermana Victoria y el suyo) quedaban a escasas tres cuadras en el mismo barrio de Lince (C.E 458 y C.E. 459, de hombres y mujeres respectivamente); por tal vecindad, cuando había velada teatral en el colegio de ellas, nosotros íbamos a 'agüeitar'.
31 de enero. 'Ritmo, ritmo y más ritmo'. Revista Oiga, nº 309.
La herrería
El colegio de Victoria es el actual 'República de Chile' mientras que el de Nicomedes ya no existe.
Google Maps. 2025
Blog de Manuel Araníbar Luna sobre el C.E 458.
Blog de Manuel Araníbar sobre Nicomedes y Lince
Artículo completo del que extraemos algunas partes para esta sección:
9 de abril. ‘Al colegio'. La página de Nicomedes. La Nueva Crónica. PDF
"Ya va para medio siglo (1972) que un 1º de abril, como hoy, hicimos nuestro lloroso debut como 'parvulichanos': Pizarra de piedra con su motita prendida de un cordel como borrador y el grisáceo lápiz de pizarra, forradito en papel de colores. Mandil de tocuyo a cuadritos, en damero, morado y blanco para los niños, rojo y blanco para las chicas. El salón, cuyo techo nos parecía más alto que la catedral; la 'Señorita', con su inmenso pupitre, el pizarrón con los palotes y nuestro runruneo moscardónico capaz de agotar la santa paciencia de la 'Señorita'.
Por ser parvulichanos estudiábamos sólo en las mañanas. Y en esas tres horas nos concedían dos recreos de diez minutos, anunciados e interrumpidos por la clásica campana. Los recreos nuestros no coincidían con los de los grandotes de 3º, 4º y 5º, que incluso ya tenían profesores. Así la señorita salía al recreo con nosotros para enseñarnos juegos propios de esa primera infancia: rondas, juegos de prendas y algo de gimnasia.
Antes de finalizar el primer semestre, ya dominábamos la diaria rutina escolar: Salir de casa con las orejas lavadas y uñas limpias, jugar algo en la puerta del colegio esperando el toque de la campana, ingresar al 'pampón' formando cada sección en columna de a tres, con los más altos delante, ingreso a su respectiva aula y de pie al lado de la carpeta, entonar una canción escolar, a todo pulmón:
Desde que vi la luz, mi pecho anida
Dos amores: Mi Patria y mi Bandera.
Por mi patria, el Perú, yo doy la vida;
Por mi bandera, el alma, el alma entera...
Llegado el mes de diciembre, era la propia profesora la encargada de tomar los exámenes y calificar a los que pasarían al primero de primaria, trance que en casos excepcionales podía darse a mitad de año.
Luego de los tres meses de vacaciones, al reiniciarse las clases siempre sentimos la angustia lógica de un nuevo profesor, un nuevo salón y nuevos compañeros de clase. Zozobra que se disipaba a las primeras semanas, al primer palmetazo, a la primera trompeadera, que esas fueron las normas entrañables de acercamiento.
Cada año tuvo sus propios incentivos. El Segundo, por empezar a emplear tinta, orgullo que hacíamos público manchándonos adrede dedos y guardapolvo. El Tercero fue temido por definitorio, al punto de ahí desertaban gran parte de alumnos; muchos de ellos, apremiados por la pobreza hogareña y porque ya sabían leer y escribir ingresaron de aprendices a los muchos talleres artesanales de Lima de aquellos tiempos. Brillantes muchachos de clara inteligencia y amor al estudio, que merecieron ayuda estatal para haber seguido, incluso una carrera. En Cuarto se estudiaban catorce ciencias distintas. De ahí y del Quinto salían los alumnos deportistas para representar al Colegio en los Campeonatos Escolares. La Instrucción Militar era impartida por un Subteniente o Alférez, quien llegaba a conformar el 'grupo de combate', con maniobras de campo más armado y desmontado del oficial fusil 'Mausser'. Es que la cicatriz de la vieja guerra estaba fresca."
En contra de lo que pudiera pensarse después de escuchar la famosa décima "La Escuelita" (también conocida como "A cocachos aprendí"), Nicomedes no fue un mal estudiante, aunque en esos años todavía no había destellos del futuro poeta como explica en entrevista a Pablo Maríñez de 1982:
"Luego en el colegio donde yo estudio hay toda una actividad poética, tanto en las veladas que se dan por fechas de efemérides, cuanto porque en literatura, a pesar de lo elemental de estos cursos primarios, había todo un trabajo de literatura española, con análisis de la obra poética e interpretación de Góngora, Calderón de la Barca y Lope de Vega. Pero a la hora de sacar niños al escenario, no soy yo quien es escogido para recitar, porque posiblemente mis profesores no ven en mí condiciones artísticas. Además, yo no le daba ninguna importancia a eso.
La herrería
Rafael Santa Cruz Gamarra
Rafael y Nicomedes, años cuarenta
Mi hermano Rafael fue clave en mi despegue. Cuando él debutó en el año 47, yo me tiré al ruedo, porque nos hemos criado juntos y nos tratábamos de compadres sin serlo; ya lo estaban cargando en hombros porque había matado su segundo toro que era el sexto por ser debutante. Era un 23 de marzo y le dije: “Compadre, has triunfado, ¡qué te parece!” “Parece que no fuera yo”, respondió. A partir de ese instante, él empezó a torear todos los domingos y yo a vivir de la gloria de mi hermano. Yo regresaba borracho, dormíamos en el mismo cuarto, y lo encontraba durmiendo. Le decía: “¡Compadre, Lima es tuya y tú durmiendo!”. “Es que mañana tengo que entrenar”. “Pero todo Lima está borracha por culpa tuya y tú aquí durmiendo...!”
Rafael tuvo que irse a México primero y después a España. Regresó a los tres años de torear en Francia y España y lo primero que me dice es: “Tú eres artista”. Claro, soy artista del fierro, dije yo. “¡No! Tú eres artista y no del fierro porque en el mundo he visto gente que tiene lo que tú tienes y vive cojonudamente”. Para mí eso era difícil de entender porque Rafael era tres años menor que yo, con menos mundo, aunque conociera un mundo que yo no vislumbraba aún.
Búsqueda de su destino.
El arte poético me va ganando terreno y el 25 de abril del año 1956, dejo el taller de herrería que había montado en 1953 y me largo por el mundo a encontrar mi destino recitando mis versos, que ya se contaban por algunas centenas de glosas. Mi propio maestro, don Porfirio, era algo ya superado por mí, porque todo lo que había hecho él, era prepararme para competir con otros decimistas que ya no existían y que en el mejor de los casos, como en el de su hermano Carlos, frisaban los ochenta años. Ellos estaban encuadrados en una temática y en una actividad totalmente rural, en lo humano y en lo divino, y yo veía una serie de acontecimientos distintos. Viajé al norte hasta Ecuador, pueblo por pueblo y chichería por chichería. Preguntaba a la gente de los corrillos: “¿Qué están celebrando?” “El cumpleaños de él, la boda de ella o la despedida de aquél...” “Puedo ofrecerle un poema de homenaje?” y dale, bueno...¡Zas! improvisaba un poema. Querían pagarme. “No, de pagar nada”, decía yo. Entonces me invitaban trago, comida... Ocurría que mareado con tanta chicha ya no estaba allí sino en una casa y en otra. De pronto se producían unos pleitos porque a alguien no le había caído bien y es que a donde fuera le cambiaba el sentido al festejo. ¡Qué boda, ni qué cumpleaños! Todo lo distorsionaba Nicomedes. Alguna gente para darse ínfulas de culto decía: “Eso no es de él, yo he escuchado eso y es de Chocano”. Porque el pueblo analfabeto de esa época todo lo que le parecía bueno se lo endilgaba a Chocano. Así que yo pensaba: si creen que es de Chocano, entonces debo ser bueno...
1958: año de su despegue
Me di cuenta que iba vivir del aplauso. Sin embargo, dada su inestabilidad, sabía que no podría mantenerme como me había mantenido la herrería. Entonces me metí inmediatamente a hacer periodismo. Un hijo de los Miró Quesada dirigía el dominical de El Comercio y le ofrecí un artículo sobre folklore. No tenía nada preparado pero cuando me preguntó sobre qué sería el primer artículo, respondí que sobre la Marinera. Fue heroico. Me costó toda una noche y salió publicado el 1 de junio de 1958, justo cuando cumplía 33 años ('Ensayo sobre la Marinera' PDF).
Ese mismo año, Sebastián Salazar Bondy me citó a la redacción del diario La Prensa y después de tener una larga conversación conmigo y ver mi libreta de décimas me dijo que iba a escribir un artículo sobre mí, pero que iba a traer cola y generar polémica. Efectivamente, fue lo que ocurrió, pues Sebastián tituló su nota: 'Nicomedes Santa Cruz: poeta natural', ver Hemeroteca año 1958. Inmediatamente le contestó José Durand Flores negando que existiera tal poesía natural (en lo que anduvo acertado, creo yo); también entró al debate Luis Jaime Cisneros. Al año siguiente, Juan Mejía Baca me publicó el primer libro de décimas y le encargó el prólogo a Sebastián, que le corrigió algunas cosas a su polémico artículo con el que, para decir la verdad, yo no estaba de acuerdo. Sebastián me había ayudado presentándome a la intelectualidad de la época y había orientado mis lecturas, pero en esa ocasión discutimos y el libro se quedó sin prólogo. Creo que alguien que entendió muy bien el fenómeno de la décima fue Ciro Alegría, gran amigo mío. Fue él quien presentó mi segundo libro, editado por Studium. Es que Ciro había vivido largo tiempo en Cuba, tierra de decimistas.
Junio. Realiza un programa para la radio llamado 'Romancero de las calles de Lima'. Según contrato: "El compromiso de Nicomedes es para recitar o narrar, escritos sobre las calles de Lima, debiendo además confeccionar los versos de los mismos. La duración de cada escrito no excederá de cinco minutos, constituyendo cada uno de ellos un microprograma radial. Tales programas podrán ser irradiados hasta en número de dos por día, siendo previamente grabados en cinta magnetofónica. Este trabajo será realizado durante tres meses comprendidos desde el 2 de junio al 2 de septiembre inclusive".
26 de julio. Participa en el primer programa comercial de la televisión peruana en el Canal 7.
Charla en San Marcos. 1958
También en 1958, además de crear el Conjunto Cumanana , los estudiantes de la Universidad de San Marcos me invitaron a la Casona, en el Parque Universitario, para que diera una charla sobre la décima en Hispanoamérica. El texto se publicó luego en 'El Comercio' con un reclamo que yo añadía que se hiciera un estudio detallado de esta forma poética en nuestro país; en aquel entonces ni siquiera imaginaba que luego me correspondería hacer ese trabajo.
Lo que pasa es que existían estudios muy buenos sobre la décima en Panamá, México, Cuba, Argentina y Puerto Rico, pero en ninguno de ellos se mencionaba al Perú. A mí, que he nacido en olor de décimas, me fastidiaba esta situación y quería que se rectificara. Y así fue como a partir del año 60 comencé a recorrer la costa, que es el territorio donde había quedado la décima peruana, a fin de recopilar todo el material que me fuera posible. Cuando llegaba a los pueblitos, los octogenarios accedían a cantar sus décimas, pero no faltaba un niño (los niños no se callan esas cosas) que se acercaba para decir: “Ese señor es de Radio Nacional, yo lo escucho”. Y entonces venía la desconfianza y el trovador callaba, creyendo que había ido a robarle su canto. Ahora bien, esto no quiere decir que las décimas no se repitieran y que cada poeta estuviera obligado a ser original; los decimistas analfabetos del siglo XX (he llegado a conocer a algunos) tenían una memoria prodigiosa que les permitía recordar treinta glosas en un solo contrapunto. Échense a pensar lo que significa, teniendo en cuenta que cada glosa la forman cuatro décimas y una cuarteta.
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Extraído de: Revista Juventud (Argentina).
Buenos Aires, 21 de mayo de 1974.
“Nicomedes Santa Cruz: El Perú entero”
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"La nostalgia de un autodidacta", por Nicomedes Santa Cruz.
El Comercio. 10 de julio de 1977
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Suplemento. Revista de la Semana
Lima, 17 de julio de 1983
“Yo nací en olor de décimas” por Peter Elmore y Federico Cárdenas.
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